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La labor de la familia en el desarrollo de la comprensión lectora

Los más cercanos a los alumnos deben apoyar y ayudar en la capacitación de utilizar y analizar textos escritos para lograr los objetivos personales.

una niña lee un libro

El tema me lleva unos años atrás cuando leía una y otra vez las historias de los doce tomos de la hermosa enciclopedia con cuentos desde la cuna hasta la adolescencia, regalo de la tía favorita, o me embobaba escuchando a mi madre, asidua lectora, compartiendo en la sobremesa del almuerzo datos de los libros que leía, leyendas e historias de aparecidos o bien algún poema. Puedo decir que ambas fueron la puerta a mi iniciación en el mundo de la lectura. En la imagen, los responsables de la creación de la cultura de la lectura:

Alcanzar la comprensión lectora es uno de los derechos de cualquier niño o joven, además una de las metas de nuestro paso por el sistema educativo el lograr que todos seamos lectores competentes, es decir ser capaces de utilizar y analizar textos escritos para lograr nuestros objetivos personales, desarrollar nuevos conocimientos y posibilidades e integrarnos plenamente a la sociedad (OCDE, 2009). Los resultados no son alentadores. En Guatemala solo 37 de cada 100 estudiantes graduandos en el 2019 alcanzaron el nivel de logro en la evaluación de lectura (Dirección General de Evaluación e Investigación Educativa, 2019); en 2014 49.93% de los estudiantes de tercero primaria y 40.40% de sexto primaria alcanzaron el logro en la evaluación nacional de lectura (Quim y Santos, 2014). En este contexto es importante recordar que el desarrollo de la lectura es el resultado de la creación de una cultura como forma, estilo de vida y como práctica sociocultural originada desde múltiples espacios (Rosero y Mieles, 2015, pág. 214). Por tanto, debe ser un trabajo conjunto entre diferentes entes.

En esta tarea, la escuela ha tomado la batuta, relegando a un segundo plano la incidencia de la familia como primer contacto con la lectura y la escritura. El seno familiar es donde el niño tiene su primer contacto con el lenguaje oral y la lectura, especialmente si asumimos la concepción de la lectura de Goodman (1982), citado por Rosero y Mieles (2015, pág. 209), quien la plantea como “un proceso del lenguaje, en el que los lectores son usuarios y toda acción sobre el texto es el resultado de la interacción con él, el lector utiliza los saberes previos para la construcción de otros”.

Estos presaberes se forman en la interacción del niño con su entorno familiar, siendo desarrollados, tanto la manifestación inicial de sentires, como las habilidades comunicativas de hablar, escuchar, leer y escribir de los infantes; desde patrones familiares en íntima relación con los adultos de quienes reciben y asumen ritualizaciones, hábitos y secuencias completas de comportamiento (Rosero y Mieles, 2015, pág. 217). Este contacto con la familia logra de forma natural la iniciación a la lectura y escritura en espacios no formales, donde el niño aprende a enfrentarse más adelante en solitario a un texto. En la siguiente imagen, los elementos que contribuyen a que un niño aprenda en casa a interactuar con la lectura:

Esto trae a mi memoria cómo aprendí de mi madre que leyendo la contraportada podía averiguar de que trataba un libro o bien recordar cómo de niños, sin saber leer, tomábamos un libro e inventábamos una historia a partir de sus imágenes mientras imitábamos lo que nuestros padres hacían al leer. Todo esto fue formando nuestra manera de abordar la lectura de un libro y nos preparó para el aprendizaje formal de la lectura en la escuela. Esta experiencia me permite concluir que cada miembro de la familia se vuelve un educador, coincidiendo con Ramírez y de Castro (2013) que en la familia todos son educadores, entendiéndose esto como las:

“… personas que le facilitan al niño la construcción de herramientas para acercarse y comprender los textos escritos u orales que vehiculan en nuestra cotidianidad. Estos adultos significativos cercanos al niño representan el bagaje cultural y las convenciones sociales que constituyen un medio para acercarse a los textos y abrir la posibilidad de significarlos”.

Y es que, en la familia, durante la etapa de alfabetización inicial de 0 a 6 años, los niños aprenden diferentes modalidades de leer, es decir, a leer sin leer, de acuerdo con Reyes (1999) citado por Ramírez y Castro (2013).

De acuerdo con Rodríguez, Moreno y Muñoz (1988) citados por Moreno (2001), existe una estrecha relación entre el entorno familiar las medidas globales de habilidad lectora. Son especialmente importante las interacciones entre padres e hijos, hábitos lectores de los padres como cantidad de lectura y valor que le otorgan a la lectura, el proporcionar a sus hijos materiales de lectura y el acercamiento a actividades culturales y viajes. En la imagen, las modalidades de lectura que el niño aprende en el hogar.

Gil (2009) citado por Del Valle (2012) indica que, aunque la lectura se asocia a la escuela, es en el hogar donde los niños aprenden el gusto por leer, ya que los padres son modelos y quienes influyen en la creación de hábitos de lectura en sus hijos: si en casa se valora y se dedica tiempo a leer, los niños también pueden llegar a ser lectores.

Para lograr que la familia se convierta en una clave importante de la formación de la lectura, deben tomar en cuenta tres aspectos fundamentales: conocer las características de la edad del niño, crear un ambiente textualizado en el hogar y desarrollar actividades en conjunto con la lectura (no leer por leer). Los aspectos clave que debe considerarse en familia para lograr niños lectores son:

La familia debe trabajar con sus hijos ciertas áreas (Tennessee State Improvemente Grant, S.A.):

  1. Desarrollar el conocimiento del fonema, la capacidad de descifrar palabras, fluidez, vocabulario y comprensión.
  2. Aprender a elegir el libro apropiado.
  3. Fortalecer el vocabulario.
  4. Estrategias para la comprensión lectora.

Para ello, además de lo que ya se indicó antes, los padres de familia debe estar consciente de ciertos aspectos: a) leer todos los días, b) cómo leer a los niños, c) qué tipo de texto leer y d) saber qué leer y cómo leerlo de acuerdo a la edad de los hijos (Muñoz & Anwandter, 2011).

Las lecturas realizadas permiten identificar claramente el gran aporte que la familia hace al proceso lector de sus hijos durante la etapa de alfabetización inicial, siendo ellos quienes modelan el acercamiento primero al lenguaje oral, luego a la interpretación de este lenguaje, a la lectura e interpretación de imágenes, y luego a textos escritos de diversos tipos.

Probablemente en hogares donde hay ambientes letrados adecuados, este acercamiento es el que marca la diferencia entre quienes logran leer con comprensión y quienes no; esto se debe a que la escuela ha demostrado su poca capacidad de desarrollar en los estudiantes el placer por leer y por ende la capacidad de implementar diferentes estrategias para enfrentarse a un texto.  De acuerdo con Moreno (2001), los hábitos lectores se fundamentan en la calidad del ambiente familiar en el que se desarrollan las personas durante su infancia, siendo la relación afectuosa con sus padres una de las variables más importantes.

El impacto de la familia en el desarrollo de la lectura los coloca como actores clave, que deben ser considerados en la elaboración de políticas de fomento de la lectura, en los planes de clase y en proyectos; ejemplos exitosos son los programas de Familias Lectoras del Gobierno de Colombia que fomenta la participación de los padres en este proceso y que se maneja a como un eje a lo largo de los diferentes documentos dirigidos a docentes donde se les incentiva a involucrar a los padres de familia. En Guatemala también se promueve desde el Programa Nacional de Lectura y la estrategia de Municipios Amigables a la Lectura el involucramiento de padres de familia.

Sin embargo, y dentro de esta positiva visión de la familia como aporte a la lectura, surgen cuestionamientos relacionados con la preparación de estas para afrontar esta responsabilidad. ¿Están realmente preparados los padres para ser estos modelos? ¿Tienen las herramientas necesarias para ayudar a sus hijos? Y tal vez la más importante ¿son conscientes de la influencia que tienen en sus hijos en la adquisición de la lectura?

Autora: Mónica Flores Reyes de Reichenbach.