Brayner, con 17 años y que tiene en la tecnología su otra gran pasión, sueña con ejercer alguna vez “como ingeniero informático en una gran empresa”. Por eso ha empezado a estudiar la licenciatura en Informática en Universidad InterNaciones.
De pequeño, Brayner Epifanio Nery Arriola era introvertido y “antisocial”, según él mismo reconoce. No solía relacionarse mucho con otros niños de su edad y tampoco empatizaba mucho con los adultos. Pero el deporte lo hizo cambiar con los años, le convirtió en una persona más abierta y aportó valores sólidos a su vida.
Este joven guatemalteco, nacido en Livingston (Izabal) hoy tiene 17 años. Desde hace once comenzó a practicar patinaje sobre ruedas inspirado en su hermana mayor Caty, que patinaba también en su infancia en el centro deportivo de su localidad. Desde los 6 años hasta la actualidad, Brayner no ha parado de crecer en una disciplina en la que brilla en la modalidad de velocidad, lo que lo convierte en una de las mayores promesas de este deporte de Guatemala. Precisamente, se ha convertido en un deportista profesional que representa con honor y gloria al país en mundiales, juegos panamericanos, de Centroamérica y torneos nacionales, entre otros certámenes, de manera habitual.
Pero su caso no solo despierta admiración por esta carrera deportiva ya plagada de laureles, medallas de oro y premios en categorías juveniles de los certámenes más prestigiosos del mundo. Él ha decidido proyectar una vida “más allá del patinaje” cuando esta aventura maravillosa finalice dentro de varios años y ya no pueda abocarse a la alta competición. Por ello, Brayner sueña con ejercer alguna vez “como ingeniero informático en una gran empresa”, ya que la tecnología también es otra de sus pasiones. Ese es el motivo que explica que haya comenzado en abril pasado a estudiar la licenciatura en Informática en Universidad InterNaciones, gracias a una beca del 90% concedida por esta institución educativa. Eso ha sido posible por el convenio de cooperación firmado entre este centro y la Confederación Deportiva Autónoma de Guatemala, vigente desde 2021.
Pero antes de llegar a la ‘estación actual’ de su vida, conviene mirar hacia atrás para comprender con nitidez cómo un niño nacido en el seno de un hogar de clase media de una localidad caribeña pudo comenzar a forjar su camino tan prominente con enorme esfuerzo, constancia y dedicación. Sin dudas, aunque tal vez no sea consciente del todo, representa un ejemplo o una referencia a la que miles de niños y niñas de Guatemala podrían atender.
“A mi familia nunca le faltó nada. Somos de clase media, pero vivimos ciertas dificultades económicas porque mi ciudad es muy pequeña y no hay muchas empresas que ofrezcan puestos de trabajo. Brayner, mi papá, era técnico en Enfermería y después, a sus 35 años, comenzó a estudiar la licenciatura. Mi mamá, Érika, es maestra. Tengo dos hermanas más grandes que yo por parte de mi mamá, y tres hermanos por parte de padre”, comenta.
De esa primera etapa en su vida en Livingston, recuerda “una infancia feliz, en un lugar muy bonito, con sus playas paradisíacas. Eso sí, no me gustaba mucho relacionarme con la gente por mi timidez”. Si bien el patinaje no había entrado aún en su vida, a Brayner se le daba muy bien jugar al fútbol: “Nunca entré a ninguna academia, pero era muy bueno jugando con mis amigos como lateral derecho. Corría mucho” señala.
El comienzo de un sueño
A sus 6 años, un buen día acompañó a su madre y a su hermana Catalina (que entonces comenzaba su adolescencia) al complejo deportivo de Livingston, donde ella patinaba. Y el mundo giró en un instante. Nery Arriola se sintió “cautivado por la adrenalina del patinaje y por ver cómo patinaban los mayores” y pidió “a la entrenadora asistente” de su hermana si podía patinar él también.
Tras hacerlo, sintió una fascinación y les contó a sus padres que quería ir también a aprender esa disciplina. Así fue que -entre los 6 y 8 años- comenzó a acudir por las tardes a los entrenamientos de patinaje sobre ruedas. Ya desde niño no le fue sencillo desarrollarse en este ámbito, porque implicaba esfuerzo y perseverancia: él asistía todos los días a la Escuela normal de Educación Física de Puerto Barrios, una localidad situada a 28 kilómetros de donde reside y en la que llegó a vivir, y a la que solo se puede acceder desde Livingston vía marítima, en lancha. Allí culminó su formación en ese centro el pasado año, donde transcurrió “muy buenos momentos con los compañeros, a quienes echo de menos”, asegura.
Pero volviendo la vista atrás, en aquellos momentos cruciales de su infancia, Brayner habló con sus padres: “Les dije que me encantaba patinar, que quería practicar intensamente este deporte. Ellos me apoyaron desde el principio, aunque siempre fueron muy estrictos con mi educación. Primero estaba el colegio y después el patinaje. Por eso yo no era de salir mucho con mis amigos y al principio la práctica de este deporte no fue nada sencilla. Recuerdo que, entre mis 6 y mis 8 años, no sobraban los patines en el club y los compartíamos entre quienes íbamos. Uno entrenaba de 14:00 a 15:00 h, otro de 15:00 a 16:00 h, y así, por turnos, y nos íbamos pasando los mismos patines”.
A los 8 años sus progenitores le regalaron los primeros patines. Brayner lo recuerda como “uno de los días más felices” de su vida. Con su padre siempre tuvo una conexión especial. El padre de Brayner, que hoy tiene 42 años, aún hoy le sigue hablando en garífuna, un idioma arahuacano hablado en la costa Caribe atlántica de Honduras, Guatemala, Belice y Nicaragua por el pueblo garífuna, para no perder la esencia de los ancestros de su tierra.
“Mi padre es un ejemplo para mí, todo un referente. Siempre trabajó en el ámbito de la salud. Pero cuando tenía 35 años decidió estudiar la licenciatura en Enfermería. No se conformó con lo que hacía y siempre quiso superarse. Trabajaba toda la semana y de viernes a domingo viajaba a Zacapa, otro departamento, para poder estudiar, porque aquí donde vivimos no había universidad. Esa lección de sacrificio la he incorporado a la práctica deportiva”, reconoce el muchacho, que además de ver fútbol también gusta de escuchar reguetón en sus tiempos libres.
La vida de Brayner
La vida de Brayner, a partir de los 8 años, comenzó a ser una ráfaga de acontecimientos vertiginosos. El primer entrenador que tuvo, de nombre Porfirio, le vio grandes posibilidades para el patín. Le echó el ojo y quedó sorprendido por la fuerza de piernas y velocidad del chico. También, por su actitud y constancia. “De él guardo los mejores recuerdos. Me enseñó mucho, principalmente la importancia de la condición física y la necesidad de tener resistencia y fondo. En esos entrenamientos no incidía mucho en la técnica, porque en Livingston no había referentes profesionales del patín. Pero sí en la cuestión física”, asegura.
Entonces, el entrenador le ofreció a Brayner participar en el primer torneo departamental, “Habló con mis padres y ellos aceptaron. A partir de allí no paré de participar en torneos nacionales, representando a la Asociación de Patinaje de mi departamento, Izabal, y de sobresalir. Casi siempre quedaba en los primeros puestos”, cuenta.
Lo que vino después fue una catarata de reconocimientos y sucesos felices. Eran tan buenas las actuaciones y performances de Nery Arriola en las categorías infantiles de los torneos nacionales de patinaje sobre ruedas que la cosa se puso más seria: la Federación Nacional de Patinaje posó su mirada en ese chico y le ofreció integrarse a sus filas, como deportista federado.
Primeros triunfos a nivel internacional
Con apenas 9 años, tras pedir autorizaciones y permisos para faltar al colegio los viernes para acudir a diversas pruebas, llegó la posibilidad de participar en su primer torneo internacional, el centroamericano de patinaje en Managua (Nicaragua). Otra vez tuvo que sortear obstáculos: “La asociación de mi departamento se encargó de cubrir los precios de viaje, alimentación, etc, pero afortunadamente tuve una gran actuación y gané dos medallas de oro”, afirma.
Y ya jamás se detuvo en la consecución de logros nacionales e internacionales. Este joven, que pertenece desde 2018 como deportista profesional a la Confederación Deportiva Autónoma de Guatemala, ha conseguido grandes hitos en menos de una década, en las modalidades infantiles y juveniles de patinaje sobre ruedas (individual y en equipos) como velocista, donde llega a superar los 55 kilómetros por hora en las categorías de 100, 200 y 500 metros. Aquí van algunos: en los torneos centroamericanos de patinaje sobre ruedas (categorías infantiles) de 2017 obtuvo 4 medallas de oro; en 2018, en otro centroamericano, alcanzó tres preseas doradas; en 2019, una de oro y dos de plata; en 2021 (ya en categorías juveniles de torneo centroamericano) 3 medallas de plata; en 2022, dos oros en centroamericanos; y en 2023 fue campeón centroamericano.
Pero hay dos competiciones muy recientes que Brayner destaca especialmente. Una es la de los Juegos Panamericanos de 2022. Esta competencia, nada menos, es la primera en importancia a nivel continental de eventos multidisciplinares deportivos en una misma cumbre deportiva, y la segunda para América Latina, tras los Juegos Olímpicos.
No le fue fácil juntar todos los fondos para poder entrenar intensamente varias horas al día y viajar a un evento de semejante magnitud. “Con la ayuda del pueblo de Livingston y de los alcaldes de mi departamento, conseguí recolectar recursos y participar. Quedé en el quinto puesto, y fue una actuación muy buena”, asevera antes de decir: “Me considero deportista profesional, pero en este país cuesta vivir de esto. No es nada sencillo vivir del patinaje, porque resulta muy difícil obtener las becas económicas estatales. Para conseguirlo, no puedes bajar el nivel nunca y las ayudas llegan solo para los ciclos de Juegos Olímpicos, pero tienes que brillar mucho para conseguirlas”, expresa.
Otra de las competiciones que el atleta destaca es el Mundial de Patinaje, que se celebró el pasado año en Italia. Representando a Guatemala, Brayner obtuvo el sexto puesto, lo que es por demás meritorio en un certamen de tan alto nivel que reúne a los mejores patinadores (categoría juvenil) del mundo. Otra vez, tuvo que costear la mitad de los gastos económicos que implica acudir a la competencia, porque la Federación cubrió el 50% del presupuesto. La familia, los vecinos de Livingston y los alcaldes del departamento de le echaron nuevamente una mano económica.
A pesar de las dificultades, no se rinde y va por la superación: “Este año vuelve a disputarse el mundial en Italia y quiero llegar a los primeros lugares. Antes debo superar el selectivo para poder participar”, dice el joven que entrena tres horas al día para mantenerse entre los mejores. Guatemala es primera potencia en patinaje deportivo de Centroamérica. El principal referente en este deporte de Brayner es Faberson Bonilla, tres veces campeón juvenil, con quien entrena desde pequeño: “Ganó el mundial de Argentina en 2022 y obtuvo dos medallas de oro en 2023 en Italia. Llegamos a vivir juntos en una época mientras entrenábamos juntos, y de él lo que más admiro es su impresionante técnica”, asevera.
Mientras apunta hacia los próximos objetivos de su carrera deportiva (y sueña alguna vez con llegar a “ser campeón mundial”), el joven quiere mencionar especialmente a otros tres entrenadores que han marcado su carrera: “Alberdi Portillo me entrena desde hace cinco años, pero también no me olvido de otros dos que me han ayudado mucho: Eliseo García me entrenó durante 3 años, y Mónica Benítez fue mi entrenadora departamental”, cuenta.
Estudiar en la universidad
Además de dedicar mucho esfuerzo al deporte, Brayner quiere seguir estudiando. Él participa de dos programas de la Confederación, el de ‘Deportistas federados’ y ‘Retención de talentos’. Como esta entidad tiene convenio con Universidad InterNaciones para acercar la educación superior en línea de máxima calidad a los deportistas de élite y jóvenes promesas del deporte, surgió la posibilidad de que obtuviese una beca para cursar la Licenciatura en Informática.
“Había comentado la idea de seguir estudiando en la universidad, y me llegó esta gran posibilidad de la que estoy muy agradecido. Cuando me mencionaron la posibilidad de cursar en InterNaciones me puse muy feliz. Comencé a averiguar por internet y a preguntar referencias de la universidad, y son excelentes”, afirma.
Según destaca, “el modelo flexible, de excelencia y en línea” de InterNaciones es ideal para la rutina de viajes y entrenamientos de Brayner: “Como puedo ver las clases en línea, desde cualquier lugar, me parece la opción ideal. Comencé a estudiar en abril y las primeras impresiones que tengo son las mejores. La plataforma de estudio al principio me costó un poco, pero ya le tomé la mano, es muy sencilla de utilizar y eficaz”, manifiesta.
Asimismo, asegura que “los profesores que ya he tenido me gustan mucho cómo explican y además tengo buenos compañeros, casi todos de Guatemala”. Por otra parte, dice que la beca es “esencial por los costes que supone cursar una carrera universitaria”
Brayner, que aún vive solo con su madre (pero que en poco tiempo se irá a vivir a Ciudad de Guatemala, justamente con su compañero Bonilla, para intensificar los entrenamientos) quiere dedicarse al deporte hasta que un día, cuando por cuestiones biológicas y de edad no pueda seguir, ejercer “como un ingeniero informático de una gran compañía”.
Para el final, envía un mensaje a los niños y jóvenes que -como él- un día puedan emprender su sueño: “No deben bajar los brazos. Es bueno que luchen por lo que quieren y aman, por más surjan muchos obstáculos. Deben encontrar un tiempo para ellos y no estar absortos por las pantallas de celulares y dispositivos electrónicos, que los aísla. Recomiendo practicar deportes o interpretar música para sociabilizar, y hacer actividades de entretenimiento”, concluye.